domingo, 3 de junio de 2007

El nuevo cine mexicano y la cuasipèrdida de mi inocencia

Eramos tan inocentes que usàbamos zapatos de charol negros con calcetas blancas a la rodilla, vestidos de olanes y sweateres tejidos a mano. No sabíamos lo que era el sexo. Yo apenas a los 11 escuché la palabra menstruación y en sexto de primaria me empezó a caer el veinte de lo que era hacer el amor. ¿Un pene?, nunca jamás. Era algo prohibido.

Lógico, al llegar a la adolescencia, mi cabecita se hizo mil ideas de lo que los hombres escondían entre las piernas. Flashback a la fiesta de Liliana en sexto de prepa. Como siempre, iríamos las gemelas, la otra Liliana y yo. Mi mamá nos llevó tempranísimo. Liliana todavía estaba preparando los sandwiches de jamón. Me hice güey y no le ayudé. Me puse a platicar con su hermano que tenía como chorrocientos años más. En realidad nos llevaba sólo como seis, pero a esa edad cualquier persona mayor de 20 se me hacía viejísima y experimentada. El hermano traía unos shorts y se sentò como macho. Me platicó de la deforestación en Chiapas. Yo sólo podía fijarme en los shorts.

Y es que tenía ya 18 años y nunca había visto un pene. Semanas después se me hizo...en una película. Era una de esas del nuevo cine mexicano que tanto le gustaba ponernos a Gisela, la maestra de Literatura. Una tal Lola atormentada por su vida de esposa, madre y ama de casa huía con el amante a Veracruz y en el mar revuelto con chapopote redescubría la vida en escenas tan cotidianas como las de un viejo al que se le caía el traje de baño. Me decepcioné, yo pensé que los penes eran diferentes. Loada sea mi inocencia.

Video de Rojo Amanecer. Tal vez la película más emblemática del Nuevo Cine Mexicano. Por cierto, en los filmes de este movimiento siempre salían los mismos actores. ¿Verdad María Rojo y hermanitos Bichir?

OJO, la escena está media fuerte. Si no soportan la sangre, no la vean.

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